sábado, 13 de noviembre de 2010
UNA HISTORIA REAL
Su nombre era Fleming, y era un granjero escocés pobre. Un día, mientras intentaba ganarse la vida para su familia, oyó un lamento pidiendo ayuda que provenía de un pantano cercano. Dejó caer sus herramientas y corrió al pantano. Allí, encontró hasta la cintura en el lodo húmedo y negro a un muchacho aterrado, gritando y esforzándose por liberarse.
El granjero Fleming salvó al muchacho de lo que podría ser una lenta y espantosa muerte.
Al día siguiente, llegó un carruaje elegante a la granja.
Un noble, elegantemente vestido, salió y se presentó como el padre del muchacho al que el granjero Fleming había ayudado.
"Yo quiero recompensarlo", dijo el noble. "Usted salvó la vida de mi hijo.
No, yo no puedo aceptar un pago por lo que hice", contestó el granjero escocés.
En ese momento, el hijo del granjero vino a la puerta de la cabaña.
"¿Es su hijo?" preguntó el noble.
"Sí", contestó el granjero orgullosamente.
Le propongo hacer un trato. Permítame proporcionarle a su hijo el mismo nivel de educación que mi hijo disfrutará. Si el muchacho se parece a su padre, no dudo que crecerá hasta convertirse en el hombre del que nosotros dos estaremos orgullosos".
Y el granjero aceptó. El hijo del granjero Fleming asistió a las mejores escuelas y, al tiempo, se graduó en la Escuela Médica del St. Mary's Hospital de Londres
Siguió hasta darse a conocer en el mundo como el renombrado Dr. Alexander Fleming, el descubridor de la Penicilina.
Años después, el hijo del mismo noble que fue salvado del pantano. Estaba enfermo de pulmonía.
¿El nombre del noble?
Sir Randolph Churchill.
¿El nombre de su hijo? Sir Winston Churchill.
Alguien dijo una vez:
Lo que va, regresa.
Trabaja como si no necesitaras el dinero.
Ama como si nunca hubieses sido herido.
Baila como si nadie estuviera mirando
Canta como si nadie escuchara.
Vive como si fuera el cielo en la tierra...
UN CONSEJO
He encontrado un buen consejo:
Sigue en el mundo aprendiendo y enseñando sin darte por vencido, porque detrás de cada problema y de cada alegría se encuentra una lección.
Sé humilde para aprender y pedir, y magnánimo para dar y enseñar.
Fijándome en la última frase he pensado que los seres humanos somos paradójicos.
A veces estamos dispuestos a ayudar a los amigos o a los vecinos, a la familia, aunque no nos lo pidan y lo mismo si lo hacen, y nos sentimos satisfechos de hacerlo.
Pero cuando somos nosotros los que necesitamos ayuda...ahí cambia la cosa.
Nos ataca un falso pudor, nos avergonzamos o simplemente es cuestión de un mal entendido orgullo. Y creo que a veces hacemos, sin pensarlo, sentir mal a los que nos brindan su ayuda, rechazándola.
Por eso debemos hacer un exámen de conciencia y pensar si somos de esos, yo reconozco que lo era y aún me dura un poco.O sea que me digo:
Sé humilde para aprender y pedir y magnánima para dar y enseñar.Besos
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